jueves, 23 de julio de 2009
Conozco a muchas personas que se crean sus propios mundos de ficción a las cuales admiro; por su capacidad de evasión y les felicitaría por su manera de caminar en esos días raros y grises, en los días de la copa medio vacía y de las luces medio apagadas. Aún así, me niego a aceptar los mundos alternativos de otros como una solución aplicable a mí mismo: no es sano vivir la noche en la Tierra y el día en la Luna.Como tampoco es sano, cocinar ilusiones a fuego lento y servirse platos de lágrimas que sólo sacian las ganas de buscar una verdad. Porque verdad absoluta no hay y siempre se debe buscar la que le valga a uno mismo, pero esas verdades deben aceptar las reglas del juego de la realidad construido sobre un marco que ,aunque pese, es ineludible.
Como decía, cada vez son más las figuras de cera en mi museo de lo horrible. Personas abrazadas a un clavo ardiendo que no son capaces de dar un paso por sí mismas. La mente es maravillosa pero absurda cuando se mezcla con los motivos personales, pervirtiéndola y privándola de lucidez.
Así podría redactar una enorme lista de miedos incomprensibles,una lista tan variada como puedas imaginar. Para mi gusto, demasiada gente se corta las alas antes de echar a volar, categoría en la que yo mismo me incluyo.
Estas son reflexiones de media hora, de charla entre amigos en un bar, de crítica y autocrítica, pero sobre todo de interrogantes. ¿Estamos todos tan locos como demostramos?¿Tenemos tanto miedo por no saber gestionar nuestras emociones ante un mundo cruel que no sabe hacer otra cosa que atacarnos?¿O acaso somos nosotros los que albergamos un odio irracional hacia el propio suelo que pisamos? Como siempre, uno se deja los dedos en las piedras de una caverna que jamás podrá dejar. Son las respuestas a estas preguntas, amores platónicos de un viajero a oscuras que trata de buscar una dirección que merezca la pena en una brújula,hoy por hoy, polvorienta y estropeada.
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