lunes, 27 de julio de 2009
Sangro y duermo en montañas de paja
y cada hebra se clava en mi espalda.
Cada libro que cae,
cada razonamiento perdió
su sentido.
Cuando no caben las palabras
gatea la sangre,
y gotea mi infancia perdida
muriendo en el mar
más muerto que existió.
¿Qué hacer cuándo las manos
quisieran ahogar tus malos sueños?
¿Qué hacer cuando la saliva desborda
tu boca y quisieras reducir a cenizas
tus sueños, malos sueños?
Puertas atronadoramente cerradas,
llaves quebradas de refugios perdidos
donde poder llorar tranquilos.
Jamás llegaré a flanquear
los muros mal construidos.
Porque ¿qué hacer?
Cuando las manos quisieran
ahogar tus malos sueños.
¿Qué hacer cuando la saliva desborda
tu boca y quisieras reducir a cenizas
tus sueños, malos sueños?
Las paredes imitan la piel de tigre,
y cada escondrijo es la boca del lobo,
y morir se convierte en despertar
a una realidad nunca elegida.
Cada grito es un diente afilado,
y su mirada inyectada,
otra de mis noches en vela.
¿Qué hacer cuándo las manos
quisieran ahogar tus malos sueños?
¿Qué hacer cuando la saliva desborda
tu boca y quisieras reducir a cenizas
tus sueños, malos sueños?
Nada, no se puede hacer nada,
nada, mientras no suspenda
mi equilibrio.
Nada, mientras no renuncie,
a mi humanidad.
Nada, mientras el tiempo
no se lleve a lo muertos
a los muertos, que renunciaron
por sí mismos
a vivir,
y a dejar vivir.

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