Ocho cientos mil tipos de pies

sábado, 22 de noviembre de 2008


Un pie,dos pies,tres pies. Andando a quién sabe dónde ni cuándo. Pies que se pisan,pies que se alejan; que olvidan el pasado y buscan su futuro. Algunos que andan por andar, otros andan por no parar,y los míos se quedan quietos, alucinados por el movimiento hipnótico de las rutas cruzadas, que parecen mirarse entre sí, con amarga frialdad.Pies que alguna vez yacieron el uno apoyado en el otro, y que se confundieron bajo las sábanas,perdieron su sentido y dejaron pasar el tiempo:matándolo,desangrándolo,secándolo.
Suele pasar que la quietud en lo importante es un suicidio lento, una asfixia con unas manos que conoces bien;unas manos que mueren en tus brazos y unos brazos que desembocan en tus hombros. No te encojas y luego llores, que el que avisa es tu mejor amigo y el que no escucha, tu asesino. Hay pies que se equivocaron al elegir, que luego se pararon e intentaron dar marcha atrás. Pero mientras habían estado andando,vendieron su libertad y admitieron unos lazos que ellos mismos convirtieron en grilletes de acero helado. Escribo entre maravillado y horrorizado, asistiendo a la cruda y bella realidad, a otra sesión de la vida. Y admito que me obligaron a recoger mi entrada arrugada y amarillenta, y me empujaron sin compasión hasta el cine más cercano. Siento el dolor de esos pies cansados de pisar suelos empedrados, suelos que yo, jamás habré de pisar. Mis pies no son de ésos, de los que tropiezan... dos veces.



Ángel para un final-Silvio Rodríguez

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