sábado, 5 de septiembre de 2009
No quiero tener que dejar
de llamarte por tu nombre,
no quiero dejar de escuchar
tus opiniones disconformes.
No quiero luchar por la paz
en la guerra de mis noches.
Tus encajes, la moral de la tropa;
la ropa,desaparecida en combate.
No quiero coserme el alma herida
que a balazos,otros me han roído,
de tantas mañanas en vela
y tantas tardes caído.
Aún suspirando en mi espalda,
un diario de hojas revueltas;
como tus sábanas,desechas
del desastre anoche acaecido.
Cierro los ojos cuando no estás,
y vuelo,vuelo, en un mundo
de sentidos extraños
y de placeres distintos.
Pero, cuando estás,
mi cama vuelve a ser tu nido,
cual golondrina que viaja,
cansada de no haber medido
si era tanta distancia
la que había recorrido
buscando la senda contraria
de allá donde hubo partido.
Ahora lejos de tu compañero,
de fatigas no muy harto,
resulta que harto tiempo
fue bien malgastado
por la naturaleza de un hombre
dado fácilmente al pecado
y no es faltar a mandamiento
sino la ausencia de valorar
la vida, como un regalo.

0 comentarios:
Publicar un comentario